W. Hanegraff, el Esoterismo y la Academia
Wouter J.Hanegraaff, Esotericism and the Academy –Rejected Knowledge in Western Culture; Cambridge Univ. Press, 2012 (1ª ed.). 468 pp.
Cuando estuve preparando La llamada (de la) Nueva Era, entre todos los libros leídos sobre el tema uno llamó especialmente mi atención por la calidad de su planteamiento y por su enfoque enriquecedor y libre de prejuicios. Era la obra de este autor, W. Hanegraaff, sobre la New Age. Evitaré la tentación de realizar una exposición, por resumida que sea, de sus contenidos principales y me limitaré a algunas observaciones generales.
El título habla por sí mismo, al menos insinúa el tema y el método. Efectivamente, el objeto de estudio es el “esoterismo” (occidental). Pero, atención a los “esoteristas empedernidos”, pues no es un libro “esotérico”, en el que se lleven a cabo revelaciones novedosas a través de métodos de conocimiento no aceptados por la ciencia ni por la filosofía dominante de nuestra cultura. No. Porque si bien el objeto de estudio es ese, el método empleado es puramente “académico”. Un método histórico-crítico que ilustra perfectamente el “agnosticismo metodológico” defendido por el autor. Las herramientas de Hanegraaff no son la clarividencia, la clariaudiencia, la lectura de los registros akáshicos, la exposición de fuentes canalizadas, la intuición metafísica, ni ninguno de las “formas esotéricas de conocimiento”. Todas ellas son formas “rechazadas” en la cultura occidental dominante. Sus herramientas son el conocimiento histórico textual, el análisis crítico, la exposición comprensiva, y en todo caso la interpretación lo menos especulativa posible. Eso es lo que indica el término “agnosticismo metodológico”, a saber, el no tomar partido, el no pronunciarse, en tanto que estudioso, investigador académico (scholar), sobre la validez de las afirmaciones realizadas por los autores o doctrinas estudiados. Se evita así el extremo del “reduccionismo” que niega todo valor de verdad a las afirmaciones esotéricas, pero también el extremo opuesto de lo que aquí denomina el “religionismo”, que consiste en la defensa de ciertas tesis de carácter esotérico. Se trata pues de mantenerse neutral, imparcial frente a las pretensiones metafísicas de lo estudiado. Así pues, quede claro que este no es un texto esotérico, sino un texto académico. Y es, sobre todo, un texto de “historia”, historia del esoterismo occidental. Hanegraaff no es un “investigador esotérico” sino un “investigador académico”. Pero esto no es poco. Efectivamente, Hanegraaff es, junto a Antoine Faivre las dos personas que más han hecho porque la “Academia” empiece a tomarse en serio, como un campo de investigación propio, lo que de momento se denomina “esoterismo occidental”. Ellos son los dos primeros que han gozado de una cátedra universitaria sobre el tema, Faivre en la Sorbona, París (desde 1979), Hanegraaff en Amsterdam (desde 1999).
Esta “historia” comienza de manera decidida en el Renacimiento y llega hasta nuestros días. Lo que se analiza es pues la historia del esoterismo occidental sobre todo en su relación con la Academia del Saber y la Cultura Occidental, para mostrar cómo el esoterismo ha sido un “conocimiento rechazado” por esta y frente al cual ha ido construyendo su propia identidad.
Obviamente, aunque la tematización detallada comience en el Renacimiento, digamos en el siglo XV, destacando figuras como la de Marsilio Ficino o Pico della Mirandola, no podían faltar las referencias a la Antigüedad, en busca de los orígenes de los autores y doctrinas que merecen ese nombre. Y Zoroastro y Hermes son dos de las figuras destacadas que, junto a Moisés, cuando se ha querido destacar el posible esoterismo implícito en la tradición hebraica y que se pondrá de manifiesto en la tradición kabalística (posteriormente uno de los hilos importantes del tejido/texto esotérico), han recibido el honor de iniciadores de tal saber esotérico.
Pero, uno de los movimientos centrales es lo que Hanegraaff denomina “orientalismo platónico”, importante en la diálectica establecida entre este y el cristianismo oficial. La actitud de la Patrística ante el “paganismo” en general ocupa un lugar destacado. Por una parte aquellos que ven en el platonismo, y el paganismo en general, un aliado y un complemento de la verdad cristiana, enfatizando sus similitudes, y por otra parte quienes subrayan las diferencias y quitan importancia y alcance a todo lo que no pertenezca a la revelación cristiana.
La “narrativa de la sabiduría antigua” puede contarse desde tres enfoques principales: el de la prisca theologia; el de la philosophia perennis; y el de la pia philosophia. No podemos detenernos en ello, pese a la importancia de sus diferencias.
Junto a Hermes y Zoroastro, Orfeo y Pitágoras son vistos como parte de esa “sabiduría antigua” ante la que tendrán que posicionarse los apologetas cristianos.
Pero, como decíamos, es en el Renacimiento cuando se producirá la explosión y donde puede situarse el comienzo del esoterismo occidental en sentido técnico. Es bien sabido que el Renacimiento implica, en buena medida, el renacer del platonismo y el neoplatonismo (que junto al gnosticismo figuran entre los pilares principales del esoterismo posterior). También ese afecta al esoterismo, con figuras como Plethon (George Gemistos), y especialmente Marsilio Ficino (el teólogo platónico) y Pico della Mirandola (el defensor de la Kabaláh) y otros muchos.
Pero con el surgimiento de la modernidad, las críticas a lo esotérico comenzarán a proceder no solo del “verdadero cristianismo” (católico o protestante) sino también y cada vez con más fuerza de la “ciencia moderna” y la “filosofía racionalista e ilustrada”. En ese proceso, la terminología esotérica queda manchada, como muestra ejemplarmente Hanegraaff en su análisis del desarrollo de conceptos como “superstición”, “magia” o “lo oculto”. Tres términos que servirán para la crítica y hasta la condena y la burla, por su “irracionalidad”, frente la “racionalidad” Ilustrada, por su carácter supersticioso frente a la cientificidad de lo moderno.
Mientras tanto, la magia, la alquimia y la astrología han venido funcionando como las tres “principales” ciencias ocultas, que con la Modernidad comienzan a ser parte de lo considerado “superstición”. Y la Kabaláh y el Hermetismo las dos principales subtradiciones, en ocasiones estrechamente relacionadas con las anteriores prácticas.
Un paso más vendrá dado por “la organización del secreto”, que no tendrá lugar hasta los siglos XVII y XVIII con la Francmasonería y los Rosacruces. Estas organizaciones más o menos visibles remiten a una Sociedad esotérica, “Iglesia invisible” o Fraternidad de sabios que les subyace y las impulsa. También movimientos como los cátaros y los templarios entran en juego y son retomados por tales organizaciones.
Entre el XVIII y el XIX por una parte el racionalismo, el cientificismo, el positivismo han logrado que todo lo esotérico suene a superstición. Por otra parte, comienzan a surgir algunas historias: de la magia, de la alquimia, de la kabaláh, del hermetismo, en las que no entraremos.
Pero también persisten, de manera más o menos subterránea, las tendencias esotéricas. Por una parte el Romanticismo alemán y su visión de la Naturphilosophie, por otra parte el mesmerismo (estrechamente relacionado con el romanticismo alemán) y al que el autor concede una importancia mayor de lo que suele hacerse.
Y ya en el siglo XX asistimos a un importante análisis del círculo Eranos, con sus encuentros anuales desde 1930, que se presentará como un intento de llevar a cabo el resurgimiento del esoterismo (en algunos de sus insignes representantes), o al menos del mito y el simbolismo. Tras una primera parte dominada por C.G. Jung (¡y curiosamente, antes, por A. Bailey, que no menos curiosamente es la única vez que aparece en todo el texto!), destacan especialmente M. Eliade, J. Campbell, G. Scholem, J, Hillman, H, Zimmer, M. Buber, L. Massignon, K, Kerenyi, P. Tillich, G. Durand, y un largo etcétera.
De todos ellos, tras Jung, merecen un desarrollo especial en el libro Scholem, Corbin y Eliade, a los que considera “religionistas”, que Hanegraaff caracteriza así: <<Enraizado en el imposible suelo de una ‘historia de la verdad’, puede definirse como el proyecto de investigar las fuentes históricas en busca de lo que es eterno y universal>> (p.296). Son importantes las páginas dedicadas a estos autores, por las incontestables aportaciones realizadas de manera positiva (Scholem en la Kabaláh, Corbin con el islam esotérico, teosófico y gnóstico, Eliade con su rescate del mito y lo sagrado).
Una autora a la que se le dedica un buen número de páginas es Frances Yates, que sin pertenecer propiamente a la Academia supuso un reto, primero aclamado y exitoso, más tarde bastante criticado, con su reconstrucción de la tradición hermética y el papel de Giordano Bruno (1964) y sus estudios sobre los Rosacruces, y sobre la filosofía oculta.
Y llegamos ya al final del libro, con la entrada del esoterismo occidental en la Academia, gracias a la cátedra creada en l’École Pratique des Haute Études en la Sorbona, ocupada por Antoine Faivre y a las publicaciones de este, y posteriormente con la creación de la cátedra en Amsterdam, ocupada hasta el día de hoy por el propio Hanegraaff, tal como hemos insinuado al comienzo. Faivre trata de definir, a través de cuatro características principales y dos secundarias, la noción de “esoterismo occidental”, definición que hará fortuna desde su breve obra de 1992, L’esoterisme, pero que, a decir de Hanegraaff será mal utilizada en muchas ocasiones, distorsionando sus orígenes y reduciendo su valor. Ambos autores se conocerán y comenzarán a impulsar sesiones centradas en el esoterismo occidental en los Congresos de la International Academy of History of Religions (IAHR). Sin duda los dos pioneros del estudio académico del esoterismo occidental, seguidos por un número cada vez mayor de investigadores académicos que siguen sus pasos o cuestionan algunas de sus presentaciones, al tiempo que elaboran historias de dicho campo, como es el caso de Kocku von Stuckrad o de Nicolas Goodrick-Clarke (que ostenta la 3ª cátedra universitaria creada de la disciplina que nos ocupa, esta vez en la Universidad de Exeter).
Vaya mi admiración hacia esta obra, y hacia su autor. Difícil tarea la de unir esoterismo y Academia. Difícil equilibrio el del agnosticismo metodológico. Valiosa aportación la suya y no puedo sino confesar y agradecer lo mucho que ha aprendido de ella. Ahora bien, quiero mostrar mi extrañeza por las ausencias. A medida que avanzaba el libro y sobre todo al ir llegando al esoterismo contemporáneo no ha dejado de crecer mi asombro al comprobar la ausencia de justamente un buen número de autores que considero imprescindibles para el esoterismo contemporáneo: ni una sola mención de H.P. Blavatsky y los distintos investigadores esotéricos que han ido desarrollando esta tradición de la teosofía contemporánea; sobre todo cuando está muy presente la teosofía cristiana en la línea de J. Boehme. Ni una sola mención de Rudolf Steiner y la antroposofía. Una sola mención, de pasada y sin importancia de Alice Bailey y su importante obra. Ni mención de la Golden Dawn. Muy de pasada la mención, sin importancia, del Lectorium Rosicrucianum. Algo, pero poco, de todo el esoterismo perennialista tradicionista de Guénon, Coomaraswamy, Schuon, Nasr, etc., quizás por cierto rechazo a su intransigencia, aunque sí que pone en boca de Faivre dichas críticas, aunque lo anterior no debería ser motivo de exclusión justamente en su enfoque. Por no hablar de autores todavía más recientes (es cierto que de algunos se ocupó Hanegraaff en el libro al que he hecho referencia al comienzo, cuyo título es New Age Religion and Western Culture) que suponen desarrollos importantes en el campo del esoterismo. Es cierto que es difícil no tener preferencias en la selección de autores y doctrinas analizados, pero ¿se puede hablar del esoterismo contemporáneo sin tener en cuenta a Blavatsky, Bailey, Steiner, Guénon, Fortune y otros?
Que el asombro ante estas ausencias no reste importancia a esta obra, imprescindible para quien se sienta llamado a establecer el puente entre el esoterismo y la Academia. ¿Alguno de nuestros editores se animará a traducirla?